sábado, 25 de octubre de 2014

Espejos y reflejos.

El espejo es el que contiene un "otro" inexorable. Podemos taparlo, podemos no mirarlo, pero si nos ponemos frente a él, se nos mostrará implacable...Pero al mismo tiempo, una vez que incorporamos ese espejo en nuestra vida, se transforma en un otro familiar. Tan familiar que muchas veces olvidamos que nos vimos en él.
El espejo familiar se nos hace invisible: nos vemos en él, e inmediatamente lo olvidamos. El espejo ajeno, en cambio, posee la amenaza de lo extraño, lo nuevo, lo no reconocido. Desconcertante incluso, como si lo que vemos reflejado fuese la imagen de otro distinto a nosotros.
Los espejos satisfacen el deseo de vernos para reconocernos, aún cuando lo que veamos sea engañoso. Al mismo tiempo, la necesidad de reproducir, de alguna manera, esa realidad palpable y cotidiana como una imagen que el espejo atrapa.

Pero los espejos que nos reflejan están, en realidad, tapando, ocultando, al tiempo que nos muestran. Porque para poder vernos en ellos, la superficie ha sido tapada con material reflectante: azogue, un metal bruñido, incluso el agua quieta podría servir para mirarnos en ella. Pero la superficie transparente nos permite atraversarla y ver del otro lado. Si el Narciso del mito no se hubiera engañado con el reflejo de su imagen, podría haber visto, tras la transparencia del agua, la hondura en la cayó para morir. Y así el reflejo de su rostro pudo engañarlo para tragárselo.

El mito de Narciso tiene cierta carga moral: no está bueno dejarse engañar por los espejos... De este mito se nutre el psicoanálisis para ponerle nombre a un trastorno de la personalidad: el narcisismo, cuando la necesidad de verse reflejado traspasa los límites de una necesidad primaria y se convierte en algo que nos domina. En el mito (y según las Metamorfosis, de Ovidio), el joven Narciso que se enamora de su propio reflejo y cae para morir ahogado, termina convertido en la flor que lleva su nombre. Una poética forma de transformación, o un castigo a la vanidad.

Los espejos tienen misterio, enigma, paradojas.

Esta mañana, mientras hacía mi caminata diaria y aprovechando para captar imágenes con mi cámara, me encontré con un espejo. Estaba en un lugar no esperado: el interior de un zaguán, porque era un zaguán lo que buscaba, pero encontré un espejo. Y entonces aproveché a mirarme en él...pero con mi cámara...

La foto es un juego de reflejos engañosos, de brillos, de superposiciones, de transparencias. Ninguno de estos efectos fue buscado. Más bien, son el resultado intuitivo de una captación espontánea. Y si bien es MI imagen la que aparece, y dos veces, ninguna de ellas es útil para mostrarme.
Si la idea de una autofoto es mostrarse, en ésta prima el ocultamiento, la imagen fantasmal, la indefinición, la distancia que achica la figura frente al predominio de los espacios, la figura apenas insinuada en el primer plano, en el reflejo de la puerta cancel... Porque además del espejo que refleja la figura, está el reflejo parcial en el vidrio transparente, que funciona en parte como espejo y en parte desapareciendo para mostrar la luz que lo atraviesa, de lo contrario habría sido imposible ver el reflejo de la imagen en el fondo, así como el zaguán mismo.
Nada indica que la intención haya sido mostrarme. Más bien, un juego de imágenes falsas que ocultan más que revelan...Nadie que no me conozca, me conocerá a través de esta imagen. Y tal vez alguien opine que primó la búsqueda estética, o que, en cambio, esta búsqueda fue el instrumento para una imagen esquiva.¡Quién sabe!

Tal vez por sentirlo ajeno, desconocido, extraño, no me dio confianza como para permitir en él mi imagen, pero lo cierto es que, una vez más, la ambigüedad de los espejos y los reflejos dejarán la puerta abierta para las interpretaciones, incluso la mía.
_____________________________________________________________

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...