viernes, 30 de mayo de 2014

Si sos mi amiga, si sos mi amigo...

Si sos mi amiga, si sos mi amigo...

...evitame el dolor inútil, la verdad que sólo sirve para hacer daño, la verdad que no construye nada...
...no me avasalles imponiéndome tus ideas, ni pretendas cambiar las mías...
...respetá mis silencios, mis dolores, mis opciones...
...no me dés consejos que no te pedí...
...no me juzgues, porque al decirme lo que debería haber hecho, cuando hice algo diferente, me estás juzgando y condenando...
...no me digas lo que tengo que hacer, porque somos personas diferentes...
...no pretendas que sea como vos, porque me estarías cambiando...
...si me elegiste como amiga, será por lo que soy y como soy, no quieras que sea otra...
...deberías saber que nadie me conoce como yo misma, y sólo yo soy dueña de mis decisiones y de mis errores, los que pagaré como corresponde, y nadie más lo hará en mi lugar...
...no me mientas un cariño que no sentís, ni me prometas lo que nunca vas a hacer ni vas a dar...
...no me uses, no me manipules, no pretendas confundir afecto con aprovechamiento...
Si podemos compartir ideas, gustos, intereses, bien...De lo contrario, compartamos sólo (y nada menos que) un afecto sincero, donde el respeto hacia el otro sea lo primero.

Si todo esto te resulta sólo una queja, es porque no tenés muy claro lo que significa AMISTAD, y no seré yo quien te lo enseñe.
Hay cosas que se saben, y no se aprenden, por más que alguien alguna vez nos lo diga.

Si no se entiende, es preferible el silencio,
...o la ausencia...
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jueves, 15 de mayo de 2014

...Y volvió a pasar...

En la sala de espera.
El día que decidí que iba a formar parte de mi vida, hacía mucho tiempo que el recuerdo doloroso de mi perrita Dachshund me frenaba para dar el paso decisivo. Pasaron varios años... El dolor de la pérdida había sido tan grande, el trauma de la "cucha vacía" tan persistente, que me costaba desprenderme de ellos. También arrastraba mucha culpa: todas las horas que no pasaba con ella, fuera por trabajo o por diversión, se acumularon con retroactividad y con fuerza suficiente como para querer compensarlas con una nueva mascota. De manera que, en mi decisión, venía incluída la de no hacer más viajes largos que me obligaran a dejarlo, y la de transformar cada una de mis salidas, en posibles salidas en su compañía. Que iba a hacer lo imposible para estar todo el tiempo junto a él. Y, salvo el 1º año en que coincidieron mi trabajo y su presencia, puedo decir que cumplí mi promesa.

Sin embargo, la negra mano de la Parca lo hizo otra vez... Ayer arrancó de mi vida a mi perrita. Hoy lo hizo con mi Junior. Justo una hora después de esa imagen que lo muestra tan lleno de vida en la sala de espera de la veterinaria, había partido para siempre. Paro cardíaco, me dijeron, al final de un cirugía rutinaria. Pero...¿cómo entender que un ser alegre, vital, amigable hasta la molestia, bello y bueno, ya no vivía más? ¿Cómo llegar a mi casa sin él? ¿Cómo encarar cada momento de mi vida, con las rutinas que lo incluían, sabiendo que no está, y que nunca más va a estar?

Otra vez, como antes, la casa estará llena de sus cosas, sus olores, su ropita...y su ausencia. Otra vez a sentir a cada paso que doy que él podría estar allí...pero que no está, y no estará nunca más...
Me duelen los ojos de llorar, me duele la cara, me duele el estómago, me duele el corazón, y me duele el alma...
Tengo a mi gatita Mafalda conmigo, gracias a Dios (el mismo Dios que se lo llevó a él y me la trajo a ella) pero seguramente también ella sentirá su ausencia: hoy miraba su cucha, desorientada, como yo cuando me dieron la terrible noticia en la veterinaria, y tuve que preguntar dónde estaba, porque había perdido la noción de mi ubicación... Pero por ahora sólo duerme... Y yo la miro, imaginando que lo extraña y el alma se me parte... Ojalá que sólo sea mi propio dolor el que pretendo poner en ella. Quisiera que no sufriera como lo estoy haciendo yo. ¡Ojalá!

Amigos virtuales y amigos reales me hicieron llegar sus abrazos, y con ellos me reconforté. Pero las horas, los días, los meses que siguen, deberé transitarlos sola, cosiendo puntada a puntada la cicatriz que se irá formando, a medida que elaboro mi duelo. Lloraré en cada rincón en que no lo vea, cuando llegue y no lo vea esperándome detrás de la puerta, cuando esté comiendo y no lo escuche lloriqueando para que le dé algo de lo que yo como, corriéndose con Mafalda como dos enloquecidos, pidiéndome que lo suba a la cama, o viniendo a mis pies para que lo acaricie o le rasque la pancita...Lloraré con cada amigo o amiga que me llame, o a quienes les cuente que él ya no está, y que no lo entenderán, como no lo entiendo yo, que todavía espero estar en medio de una pesadilla, de la que voy a despertar para ver a los pies de mi cama sus ojitos negros...

¡Ojalá sea una pesadilla! Es la única esperanza que me queda...
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jueves, 1 de mayo de 2014

Llena eres de gracia...

La subo a mis brazos, la acaricio, la escucho, y no me canso de mirarla...

El primer llamado fueron unos lastimosos maullidos, desesperados y estridentes, con los cuales su pedido de auxilio llegó hasta mí. Estaba en el pasillo de una casa mientras un inhumano trataba de echarla a patadas, ignorando (y provocando) sus alaridos de miedo y dolor. Era tan chiquita, tan desvalida... La levanté y me la llevé conmigo, en medio de sus maullidos y llevando a mi perrito con su correa, de vuelta a casa...sin saber exactamente qué iba a hacer con ella. Jamás había tenido un gato, y menos imaginaba una convivencia con mi perro, amigable con todos, incluso con otros gatos, pero dueño de su casa y de su lugar. Ahora, después de un año, puedo decir que lo logramos...o casi.

Desde chiquita descubrí que, algunas veces cuando la levantaba en mis brazos, comenzaba una faena extraña para mí, pero aparentemente normal para quienes saben de gatos: yo la bauticé el "chupa-chups", por el nombre de una golosina que conocí en Barcelona, una especie de chupetín, pero a la vez relacionada con su "trabajo". Mientras "amasa" mi brazo (que sus uñitas llenan, ¡ay!, de pequeñas heridas) mete su hociquito en mi axila succionando, como si buscara mamar... Hoy tiene más de un año y todavía lo hace. A veces salta a mi regazo mientras estoy tomando mate en la compu, y mientras comienza su chupa-chups yo la acaricio...hasta que se duerme. La ternura y la felicidad que me producen esos momentos es infinita...
Cambió mi casa, como no lo había hecho mi perrito. Si bien es claramente autosuficiente (salvo el tener que darle la comida y atenderla en algunos de sus juegos), mis cortinas sintieron su presencia mostrando graciosos frunces, y mi sillón tiene que lucir un "vestido" cuando vienen visitas, porque sus uñas han hecho estragos en sus apoya brazos. Y el balcón ha sido cerrado con una protección hasta el techo, no sea cosa que se le ocurra saltar, ya que atrevimiento le sobra.

Tuve que aprender a acariciarla y entender qué cosas le gustaban y cuáles le molestaban, mientras mi cuerpo se iba llenando de arañazos y mordidas, avisos que ahora, que es más grande, son apenas simbólicos: una "casi" mordida es la señal para "eso no me gusta", aunque a veces el límite entre el juego y la pelea es difuso. Y de éso bien sabe mi perrito, que con su enorme paciencia tiene que soportar que ella lo desplace de su cucha, de su sillón, lo provoque a jugar a las corridas y bancarse la humillación de algún que otro manotazo, algunos "abrazos" dados al saltar sobre su cuerpo, cuando no algunas piruetas estilo "rango" con los que el pobre queda desconcertado y ofendido.


Cuando la levantaba siendo chiquita y con apenas dos meses, la sentía tan leve, tan suave y tibia, que me conmovía hasta el infinito. Ahora es más grande, pero siento la misma ternura cada vez que la tengo en mis brazos. La acaricio, y siento su pelo suave, mullido, cálido, y mi mano la recorre hasta la cola, aunque a veces, y aunque se resista, acaricio también sus flancos o su panza, en medio de manotazos y amago de mordiscones, que se transforman en un juego de "a ver quién puede a quién", que finalmente termina ganando...

Fui descubriendo su lenguaje, hecho de maullidos, gruñidos, ronroneos, siempre diferentes y siempre elocuentes, sabiendo interpretarlos... Pero los más graciosos los usa cuando quiere comer y me persigue hasta su "cuartito" mientras llevo su plato de comida, mostrándola como una plañidera actriz exagerando su papel de "pobrecita", o cuando corre, salta o trepa mientras lanza un sordo prrrrrrr, la mejor señal para mi de que está feliz...

 "Todo gato dormirá con las personas siempre que sea posible, en una
posición corporal tan incómoda para las personas como sea posible." - Young

Y la mía duerme conmigo cuando tiene ganas. Eso sí: arriba de mi cuerpo, sea de mi panza o de mis piernas, pero siempre de tal manera que, para no acalambrarme, tenga que hacer creativas maniobras de acomodamiento, siempre y cuando no la incomode.


Pero lo que más fascinación me produce es mirarla... Ya sea que camine, salte, duerma, se estire o haga travesuras (como treparse a los muebles o a la reja del balcón, o meterse en el placard o en los cajones), cierre los ojos mientras la acaricio, o los abra esperando con desesperación que le tire un bollito de papel para jugar, cada uno de esos movimientos quisiera poder capturarlos para siempre en una imagen. Cada uno de ellos me parece digno de un cuadro, tan llena de gracia la veo.Y al mismo tiempo veo en ella mucho más que, como dice la frase de Víctor Hugo: "Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre." Ella representa para mí toda la ternura, el encanto, la gracia y la belleza, algo que, aun siendo amante de los perros toda mi vida, jamás sentí de la misma forma tal como ella me lo hace sentir. Es raro, inexplicable, pero comprendo a aquellos que, alguna vez me dijeron y que recién ahora puedo entender: quien no tuvo jamás un gato, no sabe exactamente qué se está perdiendo.
"El más pequeño gato es una obra maestra", dice Leonardo da Vinci. Puedo dar fe de ello.
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En-sueños.


Estaban allí, compartiendo un espacio entre clase y clase, un lugar pequeño junto con otras personas que se disuelven en la desmemoria...o en el ensueño... Pero lo seguro es que no estaban solos, aunque parecía. Hablaban de los textos, aludían a los apuntes, casi cómplices de una charla que sólo ellos tenían, pero que carecían de algún contenido especial, como no fuera el relativo a las clases que compartían. Pero también hablaban de otras cosas... ¿Qué cosas? No venía al caso. Podía ser cualquiera. La cuestión era la intimidad compartida, la complicidad, el estar juntos con cualquier excusa. Allí supo por él que era ingeniero... Lo miró de una manera especial: había algo en los ingenieros que a ella la cautivaba. No sabía si tenía que ver con su pasado, o con el contraste entre la ciencia y el arte que ella amaba, quién sabe... Algo de mágico había en esa atracción. Como él vivía enfrente, había traído al pequeño lugar objetos que usaba: una cafetera, libros, equipo de audio... Pero en ese momento estaban en un descanso y, mientras él tomaba mate, ella se deleiteba con un enorme tazón de café con leche, acompañándolo con galletitas. 

_¿Te pido un favor?_ le dijo él, mirando su taza. _Cuando termines tu café con leche, dejá para mí la sopa de galletitas que quedan en el fondo. ¡Me encantan...!_
_Por supuesto_ respondió no sin sorpresa... y sientiendo el extraño placer de poder hacer algo a su pedido.
Luego se fueron cada uno por su lado. Y mientras ella volvía para su casa, bordeando la vía, recordó que había terminado su tazón hasta el final, sin dejar nada, y olvidándose del pedido de él... Quiso morir, y sintió vergüenza... Pero qué remedio: el mal ya estaba hecho y la sopita en su panza...

Cuando al otro día volvió a encontrarlo, lo sintió más cerca que antes todavía sin explicarse por qué, y en medio de una disculpa, le echó los brazos al cuello mientras él la abrazaba... Su cara quedó en el hueco entre su mejilla y el hombro, y sintió su piel cálida, suave recién afeitada, y el débil aroma de la loción que usaba. 
Acarició con suavidad su mejilla, y sintió que entre ellos, algo había cambiado a partir de ese momento, que nunca nada iba a ser igual...
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