jueves, 1 de mayo de 2014

En-sueños.


Estaban allí, compartiendo un espacio entre clase y clase, un lugar pequeño junto con otras personas que se disuelven en la desmemoria...o en el ensueño... Pero lo seguro es que no estaban solos, aunque parecía. Hablaban de los textos, aludían a los apuntes, casi cómplices de una charla que sólo ellos tenían, pero que carecían de algún contenido especial, como no fuera el relativo a las clases que compartían. Pero también hablaban de otras cosas... ¿Qué cosas? No venía al caso. Podía ser cualquiera. La cuestión era la intimidad compartida, la complicidad, el estar juntos con cualquier excusa. Allí supo por él que era ingeniero... Lo miró de una manera especial: había algo en los ingenieros que a ella la cautivaba. No sabía si tenía que ver con su pasado, o con el contraste entre la ciencia y el arte que ella amaba, quién sabe... Algo de mágico había en esa atracción. Como él vivía enfrente, había traído al pequeño lugar objetos que usaba: una cafetera, libros, equipo de audio... Pero en ese momento estaban en un descanso y, mientras él tomaba mate, ella se deleiteba con un enorme tazón de café con leche, acompañándolo con galletitas. 

_¿Te pido un favor?_ le dijo él, mirando su taza. _Cuando termines tu café con leche, dejá para mí la sopa de galletitas que quedan en el fondo. ¡Me encantan...!_
_Por supuesto_ respondió no sin sorpresa... y sientiendo el extraño placer de poder hacer algo a su pedido.
Luego se fueron cada uno por su lado. Y mientras ella volvía para su casa, bordeando la vía, recordó que había terminado su tazón hasta el final, sin dejar nada, y olvidándose del pedido de él... Quiso morir, y sintió vergüenza... Pero qué remedio: el mal ya estaba hecho y la sopita en su panza...

Cuando al otro día volvió a encontrarlo, lo sintió más cerca que antes todavía sin explicarse por qué, y en medio de una disculpa, le echó los brazos al cuello mientras él la abrazaba... Su cara quedó en el hueco entre su mejilla y el hombro, y sintió su piel cálida, suave recién afeitada, y el débil aroma de la loción que usaba. 
Acarició con suavidad su mejilla, y sintió que entre ellos, algo había cambiado a partir de ese momento, que nunca nada iba a ser igual...
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